Hay veces en la vida en las que tienes que parar y tomar aliento para poder continuar. Hace unos días llegó ese momento.
Cuando llegué a la consulta de mi gine, me asombré (una vez más) de lo llena que estaba. Es cierto que nunca va en hora, que siempre tengo que esperar infinito para que me atienda, pero es que luego estás con ella y sabes que la espera ha merecido la pena. Esta vez no iba a ser diferente.
Me senté en la sala de espera, y cuando salió la enfermera me sonrió y con un tono súper amable, como si real y genuinamente se alegrara de verme, me dijo «Hola Nahia, en seguida te paso». Yo sonreí con timidez al notar que las no menos de quince mujeres que había en la sala me miraban con cara de asco pensando que era una enchufada. Me miraban así sin saber que yo me había quedado igual de sorprendida que ellas…y es que no tengo ni pajolera idea de porqué le caigo tan bien a la enfermera, ni porqué recuerda tan claramente mi cara y mi nombre. De hecho, fueron llegando más pacientes mientras yo esperaba mi turno y a ninguna se dirigió por su nombre…
Eso me hizo pensar dos cosas, o yo soy súper maja y la súper paciente del mes o quizá me tenían que dar una mala noticia y por eso estaba tan simpática conmigo. Por supuesto me puse en lo peor y el tiempo de espera se hizo aún más eterno imaginándome el fatal diagnóstico que me esperaba detrás de esa puerta.
Cuando me hizo pasar, me preguntó que cómo iba el tema del embarazo. Siempre me pregunta, me aconseja y me mira de arriba a abajo, haciéndome sentir que puedo contar con ella. Después de ponerla al día llega su turno de hablar y siento que se me para un poquito el corazón. Comienza a leer el informe y me dice que el VPH que me vieron hace unos meses sigue igual (no ha crecido ni ha evolucionado, por tanto es una buena noticia) y que la lesión del cuello uterino está remitiendo (y esto es muchísimo mejor).
Cuando le enseño el informe de la Histerosalpingografía me dice que porqué me la hice en esa clínica (¿?). Llamé a mi seguro y me remitieron allí, ¡sin más! Bueno pues resulta que aparentemente fui al peor médico del mundo. Por lo visto, Dr Dracula no supo ver si lo que tenía era un mioma o no. Él sabe que vió algo pero en vez de pedir una segunda opinión, preguntar a un compañero qué cree que es o analizar un poquito más los resultados de la prueba, dejó en el informe un abanico de posibilidades tan amplio que mi doctora no puede evaluar lo que tengo. Estupendo.
Me propone hacerme una eco vaginal a ver si ella es capaz de ver algo. Amplía la mancha borrosa que veo yo y me explica que efectivamente ve algo, pero que es tan pequeño que está segura de que ese no es el problema . De hecho, me dice que pregunte en repro pero que ella no me metería en quirófano por algo así.
Mientras me visto, la enfermera me dice que soy muy joven que claro que lo voy a conseguir y que dentro de nada las citas serán para ver a mi bebé en esa pantalla. ¿Es o no es un amor esta señora?
Vuelvo a casa bastante decepcionada. Llevaba desde el 31 de diciembre que me dieron los resultados esperando esta cita para ver si mi gine me aclaraba algo y resulta que no, que salgo de la consulta con los mismos resultados que yo misma vi en Google porque Dr Drácula es demasiado orgulloso como para preguntarle a un compañero qué es lo que puedo tener. En fin, intenté no dar rienda suelta a mi frustración recordándome a mi misma que al día siguiente iba por fin a repro y allí sí o sí resolverían todas mis dudas.
A la mañana siguiente me despierto por mi misma a las 5 de la mañana. No puedo dormir más. Estoy nerviosa, cansada, enfadada y atemorizada. Sabía que en unas horas una doctora que he visto una vez en la vida tendría el poder de cambiar mi vida, para bien o para mal. ¿Podría ser mamá? ¿necesitaríamos donantes? ¿cómo nos tomaríamos que nos dieran una noticia así? Porque hablarlo lo hemos hablado mil veces y los dos estamos de acuerdo en que una madre no es más madre por parir o por sus óvulos, ni un padre es mejor padre por ser el responsable de la carga genética de sus hijos. Los padres son lo que aman, los que crían, los que educan a sus hijos desde que los tienen (sea de la forma que sea) hasta el fin de sus días.
Sí, esto es precioso así leído y una verdad como un templo, pero hay que vivirlo. Hay que asumir que te dan una noticia así, creértelo y seguir adelante sin que te importe, sin que te duela. Y estoy segura de que una vez asumido deja de doler. Y si una vez asumido sigue escociendo estoy convencida de que en cuanto le ves la carita a tu bebé la herida desaparece por completo. De hecho, un amigo de mi gordi es un caso así y los niños tienen hasta sus gestos (aunque no tengan su ADN).
Cuando llegamos a la clínica a mi me tiemblan hasta las pestañas. Mi gordi tiene que ir primero a recoger los resultados de la fragmentación de ADN y cuando vuelve a la sala de espera observo que también está nervioso. Abre el sobre despacio y juntos intentamos adivinar sin mucho éxito qué significan todos esos números.
En eso estamos cuando la pantalla de la sala de espera indica que es nuestro turno. Pasamos a la consulta, siempre tan blanca pero a la vez tan cálida que parece que te atienden en una nube. La doctora hace un repaso de mis pruebas y efectivamente confirma que no merece la pena pasar por el quirófano para quitarme lo que sea que está en mi útero. Dice que mi bebé tendría el suficiente espacio tanto para implantarse como para crecer y me pregunta si me sigo tomando el Seidivid. Contesto con sinceridad y la digo que llevo unos días bastante desmotivada y que lo he dejado. Me mira muy seria y me dice:
«Eso no puede ser, tienes que tomártelo todos los días rigurosamente. El Seidivid es súper importante para tu bebé»
Rompí a llorar.
Era la primera persona (aparte de mi misma) que hablaba de mi golondrina como si realmente pudiera verla, como si para ella fuese ya tan real como lo es para mi. Mis lágrimas no eran sólo por la emoción causada por esas palabras, sino por la esperanza implícita en ellas. Se lo creía, lo veía más que posible y gracias a ello te sentí tan cerca golondrina mía…tan cerca…
Una vez recompuesta comenzó a explicarnos todos los resultados. Fuera lo que fuese lo de mi útero, no era razón suficiente para paralizar ningún proceso y el tema de los bichitos tampoco era desastroso ni mucho menos. Sí nos dijo que no éramos candidatos idóneos para inseminación pero que ella veía muchas posibilidades con la FIV.
Nos explicó en lenguaje campechano lo que iba a suceder con nuestras vidas. Los bichitos de mi gordi tienen que pasar por una especie de imán que «atrapará» a los que no valgan y luego, a los que sí valen los pasarán por una especie de «colador» con agujeritos más grandes y más pequeños. Estos agujeritos permitirán seleccionar los bichitos maduros, que son los que tienen la cabeza más gorda. Los inmaduros de cabeza pequeña se colarán por los agujeritos y con estas dos herramientas seleccionarán a los ganadores.
Hasta ahí todo me estaba haciendo hasta gracia. Pero ahora me tocaba a mí. A ti, reina, te van a poner banderillas como a los toros, una todos los días. Un día en un lado de la tripa, al día siguiente en el otro. ¿Agujas? ¿Inyecciones? ¡¡Horror!! Desde pequeñita he tenido pánico a las agujas. Cuando digo pánico es terror absoluto, soy de esas a las que tienen que tumbar en una camilla para hacerles un simple análisis de sangre.
Intento no pensar mucho en ello y continúo escuchando. Los pinchazos son de Puregón, un medicamento que sirve para la estimulación controlada de la ovulación en un ciclo, provocando un mayor reclutamiento de folículos ováricos y estimulando su desarrollo. Es decir, lo que quieren es que cuando ovule lo haga con más de un óvulo para poder extraérmelos e introducir un bichito ganador en cada uno de ellos.
Antes de extraerme los óvulos tengo que pincharme no se qué medicamento en la pierna (ay madrecita) y otro más no sé donde ya. Al verme la cara de susto me dice que comience con el Puregón que ya me va contando ella lo que tengo que hacer y cuándo.
Nos miramos decididos, estamos deseando empezar y todo esto nos suena a proceso largo y doloroso así que preguntamos qué tenemos que hacer para ponernos manos a la obra. Para nuestra sorpresa, después de confirmarle que mi regla me ha bajado ese mismo día (la señora de rojo siempre tan puntual) nos dice que podemos empezar ya mismo y…atención…que si todo sale bien, ésta sería mi última regla.
Nuestra cara era un poema, pero aún quedaba lo mejor. Nos dice que tenemos muchas posibilidades y que como ya sabemos, también son muchas las posibilidades de que sea un embarazo gemelar. Por supuesto le decimos que no nos importa y entonces nos dice que comenzaría a pincharme en dos días, el cuarto (hoy) volvería a consulta para ver cómo van mis folículos y cuando estén listos me someterían a una especie de operación (con anestesia y todo) para sacarme los óvulos. Una vez implantados, dejaríamos crecer los embriones 5 días. Al quinto día se descartan aquellos embriones que no hayan crecido, hayan dejado de crecer o no hayan «cuajado» y se me introduce aquel que sí se haya desarrollado bien. Los demás se vitrifican (una especie de congelación por dos años) por si quieres volver a quedarte embarazada. Así no tendríamos que pasar por todo el proceso de nuevo.
Recalco que no nos importa un embarazo gemelar y que no me importa que me introduzcan dos, si hay dos embriones bien cuajados. Me dice que eso es decisión nuestra pero que un embrión serían dos bebés, dos embriones…cuatro. Por lo visto cada uno de esos embriones tiene muchísimas posibilidades de dividirse en dos y si me meten dos, serían cuatro, claro. Nada, de uno en uno (o de dos en dos más bien), es suficiente.
Una vez comprendido todo el proceso, me hace pasar a otra sala paralela y me hace una eco vaginal. Me dice que mi reserva ovárica es muy buena, tengo como 12 en un lado y 11 en otro. Esto de la reserva no lo entiendo aún muy bien, pero me dijo que estaba genial así que tampoco me he preocupado mucho en mirarlo, sinceramente.
Al día siguiente tuve que ir al edificio de enfrente a hacerme unos análisis y el pre anestésico para que el día que me digan que mis folis están listos, poder entrar a quirófano ipso-facto.
Ya tengo todos los papeles, ya está pagado el tratamiento y llevo tres días pinchándome el Puregón (que de momento me pincho 150 unidades cada vez), en un par de horas tenemos cita en repro para ver cómo va todo, si me suben la dosis o qué.
Me da la sensación de que este post ha sido un verdadero coñazo pero tenía que contar un poco todos los resultados y cómo estamos ahora mismo. Prometo escribir uno detallando cómo nos sentimos, la odisea del primer pinchazo, cómo te veo ahora, mi pequeña golondrina. Ya no vuelas sola, vuelas con Deseo de la mano, voláis juntos a ras de suelo…tan cerca que casi puedo tocaros.
Estoy tan emocionada. Pienso en vosotros y ya no hay dolor. Hay miedo. Mucho. Tengo miedo de que ningún embrión cuaje, de que voléis tan alto que os perdáis en el camino y no pueda encontraros. Mi pequeña golondrina, mi pequeño deseo…no os alejéis. Ahora no. Seguid viéndome cada noche como hasta ahora…ya queda menos.